Primero: ¿Qué pasaría si una empresa española se adueñase de la emblemática fábrica Van Nelle de Róterdam, de 1931 y declarada patrimonio mundial por la Unesco en 2014, para alterarla, afearla y echar a perder la esencia arquitectónica con la que fue diseñada? La ciudadanía holandesa no lo permitiría. Nosotros tampoco. Es lo que pretende hacer la promotora holandesa Kadans con la fábrica Clesa, obra maestra de 1962 del arquitecto Alejandro de la Sota. Holanda es un país que cuenta con 600 edificios del patrimonio industrial declarados monumento nacional y exquisitamente rehabilitados, entre ellos el complejo Philips de Eindhoven, que forma parte de la identidad holandesa y que es asimismo patrimonio mundial. Como la Van Nelle de Róterdam, la fábrica Clesa también forma parte de la identidad y de la memoria de los españoles y su pasado agroganadero e industrial. Por eso, teniendo en cuenta estos precedentes en Holanda, la promotora holandesa Kadans debería buscar otra solución para Clesa: o bien replantearse radicalmente el proyecto con una aproximación más sensible y contemporánea, es decir, menos destructiva y que respete absolutamente la obra maestra de Alejandro de la Sota, o bien debería apartarse del proyecto.
Segundo: Tradicionalmente, España ha sido un país muy lechero, y su cabaña de vacas lecheras disminuyó radicalmente a partir de la entrada en la Unión Europea en 1985, para favorecer a las vacas de otros países, como Holanda. La central lechera Clesa forma parte de la memoria agroganadera de los españoles, un país que dejó de ser rural con la inmigración masiva de los años cincuenta y sesenta. La fábrica Clesa significa así el cambio de paradigma de lo rural a lo industrial, y ya solo por eso debe ser respetada. A lo que se une la increíble calidad arquitectónica que tantas veces demostró su autor, Alejandro de la Sota, como se ve en esa otra obra maestra, el gimnasio Maravillas, que se encuentra también en Madrid. Abjurar o desatender esa memoria agraria, ganadera e industrial de España que tan bien se significa en la fábrica Clesa solo puede venir de políticos carentes de sensibilidad. Unos políticos que, además, niegan así la memoria obrera y de la inmigración. Su posición es de una superioridad marcada por la ignorancia y posiblemente también por el clasismo. Vuelvo a insistir que solo en Holanda hay 600 antiguas fábricas declaradas monumento nacional, y aquí, en la Comunidad de Madrid, se le ha negado a la fábrica Clesa la más que justificada declaración de Bien de Interés Cultural (BIC). El ministro de cultura debe intervenir de urgencia, como lo hubiera hecho en Francia Jack Lang. Pero no solo él. Sería un sueño que el propio presidente del Gobierno, en la línea de presidentes franceses como Giscard d’Estaing o François Mitterrand, asumiese el mandato moral y cultural de impulsar la declaración de la fábrica Clesa como monumento, dado su valor histórico, artístico y social, subrayando además en la declaración el denominado valor de identidad de la edificación, y proceder a recabar los fondos para su más exquisita rehabilitación, tal y como se hace en Holanda, en Francia y en otros países civilizados con enclaves así de extraordinarios.
Tercero: Desde diversos foros, el proyecto del arquitecto Carlos Rubio para la fábrica Clesa ha sido descalificado. No sólo desde el colectivo de los historiadores del arte y arquitectos españoles e internacionales, sino también desde las asociaciones ciudadanas. El historiador del arte William Curtis, cuyo libro sobre la arquitectura del siglo XX es ya un clásico, ha dicho recientemente respecto a la fábrica Clesa que, “desafortunadamente, las modificaciones propuestas destruyen por completo el espíritu de la obra original, llenándola de clichés estándar, como los que se encuentran en centros comerciales o edificios de oficinas de casi cualquier parte del mundo: incómodas escaleras mecánicas dignas de un aeropuerto, un diseño interior y un mobiliario banales, incluso un teatro muy normal (por no decir banal) que de ningún modo responde estéticamente a la obra magistral de Alejandro de la Sota. (…) El edificio (…) no debe ser abrumado por el ruido arquitectónico vulgar”. La arquitecta y premio nacional de arquitectura Amparo Berlinches, que nos acompaña, ha dicho que el de Carlos Rubio es un “proyecto destructor”. Y el director de la escuela de arquitectura de Toledo, que nos acompaña, Juan Mera, lo ha calificado como “una reforma inútil”, “un espacio banal”, “un dislate”. Con todos los respetos hacia su trayectoria profesional, el arquitecto Carlos Rubio debería reflexionar sobre ello, y o bien plantea un proyecto que sea absolutamente escrupuloso con la obra de Alejandro de la Sota, o, de no ser así, está obligado por ética y estética a apartarse dando un paso al lado.
Intervención de Andrés Rubio en el acto «Clesa, un Bien de Interés Cultural pendiente». Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Andrés Rubio es periodista y autor del libro España fea. El caos urbano, el mayor fracaso de la democracia. Dirigió durante casi dos décadas el suplemento de viajes de El País, El Viajero. Ha sido colaborador de las revistas Bauwelt y Architecture, y fue cofundador de la galería de arte Mad is Mad, en Madrid.